«No culpes a la vida cotidiana porque te parezca pobre, cúlpate a ti mismo por no ser suficientemente poeta como para darte cuenta de su riqueza». W. Szymborska
De vuelta de un tiempo de tréboles y abejas y del ensueño de las noches de verano, y con el poso que deja lo caminado, visitado, saboreado, aprendido, amado… empieza un nuevo curso. Ojalá que estas semanas hayan sido un tiempo de ricas experiencias. Ojalá que volvamos frescos y felices gracias al descanso y a los buenos recuerdos a la vida ordinaria… y que perdure.
De acuerdo con el tópico, se acaban la tranquilidad y la despreocupación y vuelve el estrés de los horarios rígidos y las responsabilidades ineludibles. También de acuerdo con el tópico, el estrés es un mal de nuestro tiempo que hay que evitar a toda costa. Y es verdad que una vida en continua tensión, llena de sobresaltos y de exigencias que estimamos superiores a nuestros recursos, erosiona nuestra salud y nuestro bienestar físico y mental. Sin embargo, sin desafíos vitales, no hay aprendizaje ni desarrollo.
Pretender evitar a toda costa el estrés solo genera más estrés. Es paradójico, pero es así. Aunque ya lo supiéramos antes, una de las primeras cosas que se descubre por propia experiencia en un taller de mindfulness es que si te resistes, persiste. Empezamos a practicar confiando en que se trata de una forma sencilla y asequible de cultivar la calma y, en muchos aspectos comprobamos muy pronto que funciona: por ejemplo, vemos que respondemos con menos reactividad que antes y que apreciamos mejor lo bueno. Así que, enseguida nos enamoramos del mindfulness…hasta que, también muy pronto, vemos que nuestra estrategia no sirve para erradicar el estrés de nuestras vidas. De hecho, a veces creamos una sutil forma de aversión hacia el estrés que aún nos tensa más: puede que nos percibamos más estresados que antes precisamente por querer evitarlo con las nuevas estrategias que hemos aprendido.
Aprender a estar con todo lo que surge en nuestra conciencia, sea placentero o doloroso, cómodo o incómodo, observar y permitir que las sensaciones, pensamientos y emociones aparezcan, cambien, desaparezcan y vuelvan a aparecer, cambiar y desaparecer. Ese es uno de los objetivos de la práctica del mindfulness. Una vez más, el efecto es paradójico, al observar nuestra experiencia con curiosidad, apertura y amabilidad –con compasión, si es una experiencia dolorosa-, la tensión va diluyéndose. El objetivo del mindfulness no es el control de los eventos internos, sino aprender a relacionarnos con ellos de modo que no sean un obstáculo para hacer lo que creemos que es bueno y tiene sentido para nosotros.
Creer que “cualquier tipo de estrés es siempre malo” es a la vez inexacto y contraproducente. Es inexacto porque la investigación muestra que el estrés a corto plazo y el estrés de intensidad moderada a menudo promueve resultados positivos: el buen estrés puede ser un poderoso catalizador para el crecimiento. Es contraproducente porque simplemente la creencia de que «el estrés es malo» socava la capacidad de nuestro cuerpo y mente para lidiar eficazmente con el estrés que enfrentamos.
A muchos, de las vacaciones ya no nos quedan más que los recuerdos. Entre los mejores momentos seguro que se encuentran aquellos en los que enfrentamos algún tipo de reto. Por ejemplo, tener que cambiar de planes sobre la marcha porque el tiempo no acompaña, no encontrar sitios abiertos para cenar, bajar con dificultad un barranco, pedalear bajo la lluvia durante kilómetros- que enfrentamos con más o menos soltura y humor. No. Las vacaciones no están libres de estrés. Afortunadamente. La vuelta a nuestra vida cotidiana y a la rutina, tampoco.
Nada sucede dos veces, ni en lo más rutinario y cotidiano falta la tensión y la poesía. Me despido, una vez más con un poema de Wislawa Szymborska y deseando una feliz semana y un feliz regreso para todos.
Nada sucede dos veces
Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.
En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.
No es el mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.
Ayer mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.
Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?
Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.
Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura.
Wislawa Szymborska, Antología poética. Ed. Visor, 2015
Muy feliz con tu regreso!
Gracias por tus palabra y feliz semana!
Abrazo!
Y yo muy feliz con el reencuentro. Feliz primavera para ti, Melisa!
Hace mucho que dejé tus clases, pero me sigue gustando aprender de ti.
Un saludo cordial
Luis Paños, te recuerdo. Creo que era el primer o segundo año que di clase. Un grupo reducido en los inmensos sótanos de la Facultad sin luz natural y en un horario terrible pero con gente con muchas ganas de aprender. Me alegra tu saludo. Un abrazo