Esta era la inscripción que había en la puerta de cristal de una tiendecita, pero naturalmente sólo se veía así cuando se miraba a la calle, a través del cristal, desde el interior en penumbra.
Michael Ende, La historia interminable
Hacia la mitad de la infancia podemos imaginar cómo se verá desde el otro lado de la calle lo que nosotros vemos desde la ventana. El razonamiento se parece más a «Si yo estuviera en su lugar, sentiría y vería esto a aquello» que a «En su lugar y siendo quien es debe sentir y ver esto o aquello». De modo que la perspectiva es limitada y concreta.
En la adolescencia podemos hacer hipótesis y razonar lógicamente sobre las distintas perspectivas que pueden darse emocional e intelectualmente frente a un mismo fenómeno. Esta forma de resolver problemas se llama pensamiento formal y su objetivo es descifrar «la solución correcta» puesto que la lógica formal no admite la contradicción y solo contempla una verdad posible.
Pero, muchos de los problemas a los que nos enfrentamos en la vida adulta no se resuelven bien con la lógica formal. Hay una secuencia en Annie Hall de Woody Allen en la que, dividida la pantalla, vemos simultáneamente a los dos miembros de la pareja, Annie y Alvy, en consulta con sus respectivos psicoanalistas. Las preguntas a las que ambos responden son muy similares, pero sus perspectivas muy distintas ante los mismos hechos.
Alvy: “Casi nunca, tres veces por semana”.
Annie: “Constantemente, tres veces por semana”
Muchas veces, cuando hemos de resolver situaciones complejas, los adultos razonamos como los niños, de forma concreta, a corto plazo y buscando la ganancia personal más evidente con poca perspectiva. Otras veces, como los adolescentes, terminamos atascados en un impasse repitiendo una y otra vez el mismo patrón rebotando de A a B buscando con obcecación «la solución correcta», o decidimos como si la vida fuera una partida de ajedrez en la que si uno gana, otro pierde.
Hay otro tipo de pensamiento, llamado postformal, que es más adecuado para resolver las encrucijadas y los dilemas que se dan típicamente en la vida adulta. Este tipo de razonamiento no busca tanto darle vueltas a «quién tiene razón», o si se está está viendo o sintiendo «lo correcto», como resolver de forma pragmática y ética la solución. Las emociones, los valores, las paradojas… no son obstáculos para tomar una decisión, sino parte integrante de la situación que requieren ser atendidos. No se queda en un callejón sin salida buscando la solución perfecta (todo bueno y gratis), ni se precipita sobre la ganancia personal concreta y segura a corto plazo. Es un pensamiento flexible y abierto, que tiene en cuenta el contexto, la jerarquía personal de valores y la posibilidad de cambio. Es un tipo de razonamiento que des-cubre nuevos problemas (cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron los problemas, dijo Benedetti), y, descubriendo nuevos problemas o perspectivas nuevas a los problemas, puede rescatarnos de los habituales dramas.
En cualquier caso, desde una perspectiva única o plural, siempre elegimos. O al menos creemos que eligimos. O eligimos aunque creamos que no tenemos elección… o Viceversa (como también cantó Benedetti):
Tengo
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de vertetengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallartetengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírteo sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.
¡Feliz semana!
La Historia Interminable, Michael Ende, Alfaguara, 1995
Cita y poema Viceversa de Mario Benedetti, Inventario Uno, Ed. Visor 1999
Collage Perspectiva en rojo sobre blanco y un poquito en blanco y negro, Pepa PérezBlasco
Quizás la complejidad de nuestros deseos, emociones, contradicciones…y las mil burbujas de todo tipo que nos «adornan» se deban a la permanente y alternante presencia de: el niño, el adolescente y el adulto que llevamos en nuestro interior. Solo quizás!Magnifica y rotunda semana, como tu collage.