Cuando eres niño aprendes que hay tres dimensiones:
Altura, anchura y profundidad.
Como una caja de zapatos.
Luego, escuchas que existe una cuarta dimensión: el tiempo.
Hmm… Entonces, alguien dice
que puede haber una quinta, sexta, séptima…
Me retiro del trabajo, bebo una cerveza en el bar.
Miro el vaso, y me siento feliz.
Por regla general, la creatividad se entiende como un talento tan apreciable como excepcional y se asocia a la creación artística, al mundo de las ideas y la filosofía y a la ciencia. Sin duda que en todos esos dominios hay y es precisa la creatividad. Scott B. Kaufman, de la Universidad de Nueva York, un experto en investigación sobre la creatividad, la denomina Gran C. Pero hay también una Pequeña C: la creatividad que se expresa, en mayor o menor medida, en la vida ordinaria de todos nosotros.
La película Paterson de Jim Jarmusch (2016) está llena de Gran C y de Pequeña C. Una película escrita para «retratar un pequeño mundo ligero y tranquilo de personas creativas y equilibradas», según su director.
Paterson (Adam Driver) es un conductor de autobuses que vive en Paterson (Nueva Jersey). Todos los días se despierta a las 6,15 junto a su mujer, Laura (Golshifeh Farahani). Todos los días, oye las quejas de su compañero de trabajo cuando va a empezar la ruta. Todos los días presta atención a las conversaciones de los pasajeros del autobús. Todos los días come frente a una cascada, su lugar favorito en el mundo. Todos los días vuelve a casa dónde Laura le espera con sus nuevas creaciones (hace magdalenas –y las decora en blanco y negro-, pinta las paredes de casa –en blanco y negro- y cambia las cortinas –en blanco y negro-, se confecciona su propia ropa –en blanco y negro- y canta a la guitarra –que pinta de blanco y negro-) siempre en blanco y negro y nunca iguales. Todos los días pasea al perro. Todos los días va a tomar una cerveza al mismo bar y charla con el dueño. Todos los días la misma rutina. Todos los días escribe poemas sobre lo que vive todos los días.
La película narra lo que ocurre durante siete días, desde que Paterson se despierta sin necesidad de alarma, hasta que vuelve a casa de pasear al perro. Curiosamente, esa repetición no es asfixiante. Ni para los personajes ni para los espectadores. Todos los días se despiertan juntos, pero, el lunes se despiertan mirándose y ella lleva camisón, el martes, dándose la espalda y ella está desnuda; el miércoles, abrazados de frente; el jueves, abrazados por la espalda; el viernes ella se ha levantado a hacer magdalenas y él se despierta solo; el sábado, el domingo, el lunes… los días se repiten, todos los días hay variaciones. La película es un poema a lo cotidiano. A la creatividad de lo cotidiano. Cada día es un verso, siempre igual, siempre distinto.
El agua cae desde el aire brillante.
Y cae como el cabello, que atraviesa los hombros de una joven.
Agua cae, haciendo charcos en los huecos del asfalto.
Espejos sucios con nubes y edificios adentro.
Cae en el techo de mi casa, cae en mi madre y en mi pelo.
La mayoría de la gente lo llama «lluvia».
La «creatividad pequeña» es la que nos salva de vivir en piloto automático y lo que evita que la rutina se vuelva monotonía. Cuando Scott B. Kaufman investigó los rasgos y actitudes que caracterizan a las personas muy creativas, identificó algunos que se ven muy claramente en la película Paterson. Por ejemplo, la tendencia a soñar despiertos y observar como la mente vaga libremente; la tendencia a hacerse preguntas sobre cualquier aspecto de la vida, incluyendo el interés por comprender la naturaleza humana; la apertura a la experiencia; la aceptación de que la creatividad implica riesgo y que los errores forman parte del juego; el disfrute de la belleza y el cultivo del buen gusto que lleva aparejado ver oportunidades que para otros pasarían desapercibidas; la atracción por cambiar la forma de ver o hacer las cosas habituales y, por supuesto, la tendencia a considerar que todo en la vida es una buena coyuntura para la expresión personal.
La relación entre creatividad y el funcionamiento emocional ha sido investigada en múltiples estudios. La mayor parte se ha centrado en ver como las emociones afectan a la creatividad, sólo más recientemente se ha estudiado cómo afecta el ejercicio de actividades creativas a nuestro bienestar. Hoy sabemos que afecta positivamente. En un trabajo publicado hace unos meses en el “Journal of Positive Psychology” dirigido por la Doctora Tamlin S. Conner se ha verificado que cualquier actividad creativa puede conducir a una espiral positiva de mayor bienestar psicológico, concretamente, a lo que en inglés se denomina «flourishing» y que viene a ser el sentimiento personal de prosperar y avanzar. De acuerdo con los resultados, no hay actividades creativas mejores que otras (dibujar, coser, tocar un instrumento, escribir, cocinar…) y tampoco influye el nivel de pericia en el ejercicio de la actividad (expertos y menos expertos se benefician por igual). Investigaciones como ésta refuerzan la idea de que el fomento de las actividades creativas es una estrategia de intervención útil para mejorar el bienestar psicológico, y que no hace falta ser un genio ni tener un especial talento para disfrutar de nuestro potencial creativo.
Así que hoy mismo (si no es ahora, ¿cuándo?) podemos hacer cualquier cosa que bombee nuestra imaginación y nuestros sentidos viviendo lo ordinario con un toque extraordinario. Podríamos, por ejemplo… contemplar los objetos que nos rodean con otra mirada, buscando perspectivas distintas a lo aparentemente banal y observando las asociaciones que nos suscita; por ejemplo, por ejemplo… una caja de cerillas. ¿Imposible? ¡qué va!:
Tenemos un montón de fósforos en nuestra casa.
Los tenemos a mano, siempre.
Actualmente, nuestra marca favorita es «Ohio Cabeza Azul»,
aunque solíamos preferir la marca «Diamante».
Eso fue antes de descubrir «Ohio Cabeza Azul.»
Ellos están muy bien empaquetados, robustas cajas pequeñas.
con azul oscuro y claro, y la marca escrita en blanco,
con letras escritas en la forma de un megáfono,
cómo si quisiera decirle más duro al mundo,
«Aquí está el fósforo más bello del mundo,
de una pulgada y media de suave vástago de pino
cubierto por una granulada cabeza púrpura oscuro,
Muy sobrio y furioso,
y obstinadamente listo para explotar en fuego
prendiendo, quizás, el cigarrillo de la mujer que amas,
por primera vez,
y nunca fue lo mismo después.
Todo eso te daremos».
Eso fue lo que me diste: Yo me convertí
en cigarrillo, y tú en fósforo,
o yo en fósforo, y tú en cigarrillo,
brillando con besos ardiendo hacia el cielo.
Una vez más, hasta el próximo domingo. ¡Feliz semana!
Poemas de Ron Padgett para la película Paterson de Jim Jarmusch (2016)
Enlace al artículo sobre creatividad y bienestar: http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/17439760.2016.1257049?scroll=top&needAccess=true&
Collage Agua cae, Pepa PérezBlasco
Bella entrada, Pepa. La creatividad pequeña es tan indispensable como respirar.
Un abrazo,
Melisa
GraciaS! Así lo veo yo también, imprescindible a cada respiro. Un abrazo Melisa
Como siempre, una gozada leerte y unos minutos importantes de reflexión.
Gracias, Matilde. Un abrazo
Al leerlo me ha venido al recuerdo el movimiento «small is beatiful». Las hermosas pequeñas cosas, esos pequeños logros del día a día que están a nuestro alcance y que nos mantienen vivos y en crecimiento. Gracias por recordármelo
Pablo, creo que tu lo tienes bastante presente sin que nadie te lo recuerde, pero, gracias, me alegra leerte por aqui. A ver si hacemos posible un reencuentro pronto.
Ese mundo de fósforos, pasas,etc. que nos pasan desapercibidos…. Gracias por hacerlos evidentes.
Un cariñoso abrazo
Gracias a ti, Dra.Salvà. Un abrazo.
Si «atendiéramos» a toda la creatividad que recibe y ofrece lo cotidiano, haríamos de nuestra vida una verdadera Obra de Arte. Gracias por ayudar a intentarlo!!!
El arte de vivir, Marisa, un arte mayor. Un abrazo!