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Vidas brillantes

5 julio, 2015 - ACT, Bienestar psicológico, Mindfulness

“Todo el mundo parece feliz! ¡Pues yo no! ¡Ésa es la diferencia entre el resto del mundo  y yo!” – Exclama enfurruñado Calvin a un desconcertado Hobbes “La felicidad no basta! ¡Exijo euforia!”.

En lo que Calvin se equivoca es en creerse diferente del resto del mundo. Nuestra especie, para sobrevivir, ha desarrollado un cerebro que es como un teflón para las experiencias positivas y velcro para las negativas (como dice el neurocientífico Rick Hanson). El lenguaje y el pensamiento nos han permitido crear un mundo de grandes riquezas, pero también nos hacen tender a la infelicidad.

 “Aquí estoy yo, feliz y contento”- Dice un Calvin  sonriente. En la siguiente viñeta, reflexiona un poco más: “Pero no estoy eufórico”. Tercera viñeta: “Así que, no estoy demasiado contento. Mi día echado a perder”. Última viñeta: “Necesito parar mientras estoy por delante”.

Por defecto, aunque tengamos bastante para disfrutar en un momento dado, la comparación con un ideal que se ha fijado como referente a partir de experiencias vividas o imaginadas nos arruina el disfrute de lo que nos ofrece el presente. Los niveles moderados de bienestar no nos parecen suficientes. Sobre todo en una cultura que nos empuja a estar por encima de la media y a sentirnos especiales como requisito para estar a gusto en nuestra piel. Hay que ir a máximos en todo, hasta en el nivel de felicidad. No basta con estar bien, hace falta la euforia, el deleite… siempre.

«De ahora en adelante no haré nada que no quiera hacer. El mundo me debe felicidad, realización y éxito. Sólo estoy aquí para cobrar» –Dice Calvin. «¡Bueno, feliz de ti!»- responde Hobbes «Sí, estoy aquí para cobrar».

El dolor y el malestar, inherentes en la vida de los seres sensibles que somos, no se ve como algo natural sino como un problema, a veces como patológico, que con frecuencia, acabamos envolviendo en sentimientos de vergüenza e inadecuación, agravandolo aún más. Y ese segundo sufrimiento sí que podemos ahorrárnoslo. Somos vulnerables, y es una liberación reconocerlo. Como también es una liberación darse cuenta de que, paradójicamente, los esfuerzos por lograr estar eufóricos son menos eficaces para estar bien que la aceptación de la complejidad que conlleva una vida plena, dónde, por ende, brota una felicidad más genuina.

De acuerdo con el sesgo de confirmación, tendemos a seleccionar la información que encaja con nuestras predicciones y creencias. De modo que, si pensamos que para ser felices hacen falta chorros de deleite y euforia extraordinarios, desaprovecharemos el potencial del goteo de centenares de momentos cotidianos y comunes en los que, sencillamente, estamos bien. La observación y apreciación de lo que ya está ahí es una alternativa a esa pugna por lograr ese tipo felicidad que se nos vende (que compramos) y que nos mantiene artificial y permanentemente insatisfechos.

Incluso en los momentos más difíciles, la actitud de identificar y saborear lo que ya está a nuestro alcance, es más útil que la espera pasiva, la represión, la evitación o el autoengaño. En una conferencia de la periodista Mercè Castro, autora de un libro sobre su experiencia tras la muerte de su hijo adolescente en un accidente, le oí decir algo que me impactó y que he repetido decenas de veces. Decía Mercè que más que la esperanza de ver la luz al final del túnel, a ella le sirvió empezar a rastrear y registrar destellos de luz dentro de la oscuridad. Ver esos destellos, fijarse en ellos, fue lo que le ayudó a reconectar con la alegría de vivir.

Una vez más, la fuerza de la Y griega. Una vez más, la importancia de no quedarnos enzarzados en las trampas de nuestra mente y salir a la vida. Sin perdernos ni un cachito.

 

Super Calvin y Hobbes. Bill Watterson. Ediciones B, 2013

El cerebro de Buda, la neurociencia de la felicidad, el amor y la sabiduría, Rick Hanson, Richard Mendius, Ed. Milrazones, 2013

Volver a vivir: diario del primer año después de la muerte de un hijo. Mercè Castro. RBA Libros, 2009

Collage: Vidas brillantes, Pepa PérezBlasco

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